domingo, 14 de abril de 2013

Luang Prabang

Llegando a la más francesita Luang Prabang, el nivel de "ohhh qué bonito" se empezó a hacer repetitivo, si no tonto. Todo apuntaba a que era una ciudad buena onda, relajada, humilde y tranquila donde hasta era posible pasear en bicicleta (deporte de alto riesgo-mortal- para turistas en Asia). Y así fue que la recorrimos, para ver sus templos, sus puestas de sol, y por supuesto su querido y leal Mekong, más ancho y lindo que nunca.
Estuvimos cinco noches ahí, en una ciudad que no hay mucho más que hacer que descansar, pasear y pasear, así que eso hicimos.
Habían muchísimos tours hacia todos lados, de los cuales al final no tomamos ninguno, y es que definitivamente andábamos en la relajada y Laos hacía que la prisa latente que teníamos (pasaje desde China) se nos olvidara prontamente, y nos dedicáramos a jugar a vivir como un local: caminando, paseando, mirando, conversando.
En estos días, sin darnos mucho cuenta, hicimos y vimos más cosas de las que creímos.
Fuimos a un templo ubicado en una montaña que es el lugar más sagrado de Luang Prabang y al que llegamos a través de un bosque, no menos bonito, donde pudimos ver la ciudad en su esplendor con su linda vista, fuimos al Museo Real, paseamos por el night market casi cada día: un mercadillo con miles de cosas para ver y comer; tomamos clases de cocina laosina, e incluso alquilamos una moto y nos fuimos a recorrer un día entero en búsqueda de unas cascadas que eran más maravillosas de lo que incluso sonaban.


Así, paseando por campos de arrozales y otras maravillas del campo, pasaban otro día en Luang Prabang. En la ciudad, entre cafecitos para turistas y otras especies, el cartelito que se repetía era: por favor no apurar, acá nadie está apurado, tómate la vida con relajo y cosas por el estilo. Un amor.
Otro relajo eran los dueños, del hostal Oudomphong 1 Guesthouse, una gran familia laosina que pese a no manejar mucho inglés, se las ingeniaban para hacernos sentir contentos y cómodos en la que era su casa. Fue tanto el cariño que se creó entre gestos, palabras y reverencias (manitos juntas para agradecer), que el último día la abuela hasta nos dió un alga frita recién hecha para que lleváramos para el camino, y que juro que es por lo menos de las cosas más ricas que probé en Laos y uno de los  gestos más dulces que han hecho con nosotros también. 
De vuelta, y entre el apuro del tuk tuk que nos esperaba, mi reverencia y mi nueva frase favorita: Kop jai lai lai, con la pena de dejar un país para volar a otro. Kop Jai Lai lai, muchísimas gracias, de verdad.




Tranquilos, Tomás está  mejor de lo que parece
Night Market


Night Market




Un bosquecito en el camino

Amigos que conocimos en el sendero

comiendo lo cocinado en la clase!


Datos para el viajero:
*Estuvimos los primeros días de Febrero de 2013, el clima era ideal.
*Las motos no son muy baratas acá (buscar, buscar), pero las bicicletas sí. 
* El mejor restaurant donde comimos fue Tamarind, ideal para probar comida laosina y entenderla, ya que hablan en inglés pero cocinan laosinos, y te lo explican todo y tienen productos riquísimos, incluso para llevar. Vayan, vayan!!
* El curso lo hicimos en un lugar que no recordamos, pero creemos que el de Tamarind debe haber estado bueno. El nuestro no fue el mejor, pero fue un buen día.
*Si quieren ir a ver elefantes, lo mejor que vi fue un lugar llamado Elephant Village, que eran los únicos que no tenían a los elefantes saltando arriba de una pelotita o siendo maltratados. Este era un centro más educativo que el resto. No fuimos eso sí pero averiguamos.
*Ir a la cascada!!!!!




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